jueves, 8 de octubre de 2015

En el día internacional de la niña: reflexiones sobre el generocidio en India y China



Existen pocas armas en el mundo
que son tan poderosas
como una niña con un libro en la mano
Malala Yousafzai

Premio Nobel de la Paz 2014

Apenas en 2011, la ONU acordó celebrar el día internacional de la niña para hacer conciencia en los países, de la importancia de promover que cambien las condiciones de las actuales y futuras generaciones de pequeñas. El festejo se inició en 2012, casi al mismo tiempo en que Malala Yousafzai, niña Paquistaní, luchaba por su vida por dos balazos que le dieron los Talibanes por atreverse a ir a la escuela. Entonces se  hizo manifiesto que mientras hubiera un lugar en el mundo donde hubiera ideologías que menospreciaran la vida y el desarrollo de las niñas, sociedades enteras estarán condenadas al atraso y a la pobreza.
Así pues, la ONU, reconoció que el empoderamiento de las niñas y la inversión en ellas, son fundamentales para el crecimiento económico de los pueblos, para el logro de todos los Objetivos de Desarrollo del Milenio, incluida la erradicación de la pobreza y la pobreza extrema.


En el mundo se requieren mayores acciones afirmativas para romper el ciclo de discriminación y violencia en que aún viven las niñas en diferentes partes del mundo y donde les niegan el disfrute de sus derechos humanos.


El empoderamiento de las niñas, requiere su participación activa en los procesos de toma de decisiones y el apoyo total de los padres, tutores, familiares y cuidadores, así como de los niños y los hombres y de la comunidad en general.[1]


A nivel de los estados, se requiere trabajar a fondo en generar cambios culturales que erradiquen ideologías de discriminación e incluso de la eliminación de las niñas antes de nacer, es decir de prácticas de  generocidio (del inglés gendercide) que se refieren al exterminio deliberado, sistemático y masivo de personas en base a su género. Hay, países en los que ser un embrión femenino y nacer niña se convierte en todo un reto de elemental sobrevivencia, veamos a continuación por qué.


En China e India nos encontramos ante un generocidio de niñas, mediante las prácticas cotidianas del aborto selectivo, el feticidio y el infanticidio femenino. En estos países muchas familias prefieren tener hijos varones, pues éstos serán los herederos del patrimonio material y del nombre de la familia. El papel social de las mujeres se encuentra tan devaluado que las hijas no representan ninguna “ventaja” o utilidad social para sus familias, sino por el contrario son vistas como una carga.


En algunos casos las mujeres abortan o son obligadas a abortar por sus parejas, cuando tras un ultrasonido, se enteran que esperan una niña, entonces intentan embarazarse de nuevo, hasta quedar embarazadas con un varón, a quien finalmente le permiten vivir.[1] Lo mismo se repite en los casos de feticidio e infanticidio. Este tipo de prácticas incluso se advierten en el mapa demográfico de estos países.


Más del 27% de los distritos de la India tienen una proporción de menos de 900 mujeres por cada mil varones, lo cual indica una arraigada práctica de feticidio e infanticidio femenino. Se calcula que cada año son abortados 500,000 fetos femeninos en India, únicamente debido a su sexo. En las comunidades más pobres de India, en donde la gente no puede pagar un ultrasonido para determinar el sexo del feto, el infanticidio femenino es una práctica más extendida que el aborto selectivo. Es común que los padres asesinen a las bebés dándoles leche envenenada.


Como una medida para disminuir los feticidios y los asesinatos de niñas en la india, el gobierno instaló cunas en todos los distritos del país para que los padres abandonaran allí a las niñas que no deseen, en lugar de asesinarlas.

El programa de cunas comenzó en 1992, se desarrolla en hospitales, centros de beneficencia y en oficinas de gobierno. Los padres pueden abandonar en esas cunas a las niñas, de manera anónima;  las bebés recuperadas por este medio, son enviadas a orfanatos para darlas en adopción. Desde que el programa comenzó, el gobierno reporta que han sido abandonadas 3700 bebés, la mayoría de las cuales han sido adoptadas por familias de clase media que no tienen hijos.


Este programa es realmente controversial, algunos activistas consideran que con éste, el gobierno hindú está legitimando y alentando el desechar a las niñas, como si fueran basura, en lugar de atacar los problemas sociales y culturales de fondo que convierten a la India en un país tan violento y peligroso para las mujeres.
Según las estadísticas, en la India cada 30 minutos una mujer es violada y el sistema de justicia es completamente ineficaz para evitarlo o hacer justicia. Las violaciones sexuales dentro del matrimonio, incluso,  no son consideradas como delito.


El poco valor que le dan a las niñas, hace que sean expulsadas pronto del seno familiar, así, el 45% de las mujeres en la India se casan antes de cumplir 18 años, a pesar de que la ley de este país señala que el matrimonio es legal hasta los 18 años.


Los matrimonios infantiles ponen en riesgo la vida de las niñas: los embarazos prematuros que amenazan su salud y las colocan en riesgo de perder la vida, del mismo modo que la violencia doméstica a manos de sus maridos y otros familiares.


Las niñas crecen en contextos adversos donde la falta de educación escolarizada, la pobreza económica, la carencia de un ingreso propio, las fragiliza aún más en un sistema legal que permite y facilita que las niñas y las mujeres vivan bajo esta opresión machista. La desproporción poblacional entre hombres y mujeres, originada por los abortos selectivos y los infanticidios de niñas, también refuerzan el tráfico de esposas, vulnerando aún más a las niñas y las mujeres en la India.


En el caso de China encontramos que existe una restricción gubernamental que prohíbe tener más de un hijo. Sin embargo hay algunas excepciones, por ejemplo cuando la pareja vive en el campo y tiene una niña se le permite tener un segundo hijo; esta práctica promueve el infanticidio y el aborto selectivo, pues las familias buscarán que ese segundo hijo sea un varón.


Del mismo modo que en India, aquí se tiene un problema demográfico, porque nacen 914 niñas por cada 1000 niños, esto sucede porque no se cumple la ley dominando los abortos selectivos. El comportamiento demográfico  normal sería que nacieran más mujeres. En este país, según los datos oficiales, el 97.5 por ciento de los bebés abortados son niñas. Otras son abandonadas al nacer y muchas son vendidas a parejas infértiles, en formas clandestinas, para que las autoridades no tomen conocimiento. Una norma de 1994 prohibió que en China se utilizaran las ecografías para revelar el sexo del feto, no obstante, en los hechos, se sigue considerando normal que las familias consumen generocidios para tener un hijo varón, lo cual muestra la falta de interés del gobierno por comprender el problema de fondo, lo cual implicaría mayores cambios en la ley y en un claro impulso de las políticas de salud sexual y reproductiva con perspectiva de género.


El resultado es notorio en el desequilibrio entre la población masculina y femenina. Millones de hombres no consiguen una esposa. Existe por ello un tradicional fenómeno de tráfico de mujeres. En algunos lugares hay seis hombres por cada mujer. Se estima que 17 millones de niñas están "faltando" en la población de China. Son las mismas que han estado asesinando, al practicar el infanticidio y el abandono de criaturas.


Aunque el aborto selectivo por sexo está prohibido en China,  el examen por ultrasonido, que determina fácilmente el sexo, es una práctica regular, conseguida mediante soborno.


Las niñas que sobreviven acaban en orfanatos precarios. El gobierno chino insiste en la política de limitar la familia e ignora el problema de la discriminación contra las hijas mujeres.


En 2001, fue un escándalo internacional la publicación de una serie de fotografías publicadas por  Abigail Haworth, en la revista Marie Claire. En ellas se observa el cuerpo de una pequeña niña recién nacida tirada en una calle muy transitada, en la provincia China de Hunam. Esta escena inimaginable de horror y crueldad se repite constantemente ante la mirada indiferente de los transeúntes. La periodista narró cómo, autobuses y cientos de bicicletas pasaban junto al cadáver, desparramando barro sobre el cuerpecito, pero nadie hizo algo para levantarlo. La bebé se encontraba tirada cerca de la oficina fiscal del gobierno y muchas personas pasaban caminando, pero nadie hacía nada. Los policías, cuando llegaron, se preocuparon más por  las fotos de la reportera que por la vida de la bebé. Esto se debe sin duda, a que en China, es común el infanticidio de niñas y  a que muchos opinan "que las niñas son una basura...", afirma la periodista.


Con estos ejemplos, debemos sensibilizarnos y concientizarnos acerca de las dificultades que enfrentan las niñas del mundo debido a la discriminación y a la violencia de género que persiste.


En México y en San Luis Potosí, tenemos también mucho que aprender para hacer visible la condición de las niñas más pobres. Tenemos recientes datos de lamentables feminicidios de niñas y sabemos que muchas otras que viven en condiciones muy vulnerables, que desde que nacen son víctimas del desprecio de sus padres o familiares.


Es urgente actuar en el sentido de reconocer sus derechos y de buscar nuevas formas para romper los ciclos de violencia y de discriminación de los que son víctimas. Es necesario combatir la violencia misógina que nos lastima como sociedad, especialmente cuando nos damos cuenta de la gravedad con la que está afectando a las personas más indefensas y vulnerables: las niñas.





[1] Asamblea General el 19 de diciembre de 2011 [sobre la base del informe de la Tercera Comisión (A/66/462/Add.2)] 66/170.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Una mirada a la vulnerabilidad y violencia contra las niñas en el mundo

A escala mundial, más de 700 millones de mujeres que viven actualmente se casaron siendo niñas (con menos de 18 años de edad).
Más de una de cada tres —aproximadamente 250 millones de niñas—
se casaron con menos de 15 años.
A menudo, las niñas casadas no saben
cómo negociar efectivamente unas relaciones sexuales más seguras,
colocándolas en una situación de vulnerabilidad
ante las infecciones transmitidas sexualmente,
incluido el VIH, además del embarazo precoz.
El hecho de que las niñas no sean lo suficientemente
maduras físicamente para dar a luz pone en peligro
 tanto a las madres como a sus bebés.
Por otra parte, las niñas pobres tienen
una probabilidad 2,5 veces mayor de casarse en su infancia
que las que pertenecen al quintil más rico.
UNWOMEN[1]



 En el contexto mundial y especialmente en los países no desarrollados, la situación de violencia contra las mujeres y las niñas, presenta grandes retos. Amnistía Internacional considera que la violencia contra las mujeres y las niñas es “la violación de los derechos humanos más extendida de nuestro tiempo”(2)  ya que en ningún lugar del mundo se encuentra garantizada su seguridad y sus derechos humanos. Esta misma organización señala el preocupante dato de que una de cada tres mujeres en el mundo sufre algún tipo de violencia o abuso a lo largo de su vida.


Un caso muy grave de violencia en contra de las niñas, fue el que se presentó en Nigeria en abril de 2014 a manos del grupo islamista terrorista Boko Haram que secuestró a más de 200 niñas de una escuela en el pueblo de Chibok, al noreste del país. Amnistía Internacional señala que desde principios del 2014 hasta ahora, Boko Haram ha secuestrado al menos a 2,000 niñas y mujeres, a quienes someten a violaciones sexuales y son entrenadas y obligadas a realizar actos de violencia en contra de sus propios pueblos, entre otras formas terribles de violencia. Durante la última semana de abril de este año el ejército nigeriano liberó a más de 7,000 mujeres y niñas que se encontraban secuestradas en diferentes campamentos de Boko Haram, después de los exámenes médicos resultó que al menos 214 de ellas estaban embarazadas de sus captores. Sus testimonios desgarradores nos hablan de cómo fueron convertidas en esclavas sexuales y obligadas a vivir en condiciones inhumanas.


La violación sexual se utiliza de manera sistemática como “arma de guerra” durante los conflictos armados, afecta principalmente a las adolescentes, que se convierten en un blanco para los agresores. La violación como arma de guerra constituye una grave violación a los derechos humanos y un crimen de lesa humanidad. Un caso emblemático es el de los miles de víctimas de violación durante la guerra de Bosnia entre 1992 y 1995, que no han recibido justicia.


Las niñas son privadas de su infancia y de su estabilidad emocional por el impacto de la violencia en sus vidas. Su vulnerabilidad se incrementa cuando son madres en condiciones de pobreza o de analfabetismo.


La falta de educación se convierte en falta de opciones y de redes de apoyo para mejorar sus vidas y las de sus hijos. Las políticas afirmativas para generar mejores condiciones de igualdad de género para niñas y mujeres, plantean la necesidad de empoderar a las mujeres para que puedan educarse y trabajar a favor de obtener una mayor autonomía personal. Malala Yousafzai, una joven activista pakistaní, ganadora del Premio Nobel de la Paz 2014, se ha convertido en un ícono del empoderamiento de las niñas y de la defensa de su derecho a la educación. En un discurso pronunciado ante la Asamblea General de la ONU en el año 2013 Malala dijo “Hubo un tiempo en que las activistas pidieron a los hombres que lucharan por ellas. Pero esta vez vamos a hacerlo por nosotras mismas. No estoy diciendo que los hombres se aparten de hablar sobre los derechos de la mujer; me estoy enfocando en que las mujeres sean independientes y luchen por sí mismas.”


De acuerdo con UNICEF “Malala es un ejemplo de cómo las propias niñas son protagonistas del cambio. Están llenas de talento, creatividad y potencial.”(3) 


La determinación de Malala y de muchísimas niñas sobrevivientes de la guerra y la explotación, son una muestra de su lucha y su valentía para enfrentar la violencia, la pobreza  y  la adversidad.







jueves, 17 de septiembre de 2015

El caso Évelin y la vulnerabilidad de las niñas en México

 La violencia en México es un factor determinante de la deserción escolar e incluso,
 una causa importante de muertes infantiles.
Miles de niños, niñas y adolescentes en México,
crecen en un contexto de violencia cotidiana que deja secuelas profundas
 e incluso termina cada año con la vida de centenares de ellos.
Gran parte de esta violencia, que incluye violencia física, sexual, psicológica,
discriminación y abandono, permanece oculta y en ocasiones,
es aprobada socialmente.

UNICEF, 2015. 




 



Apenas el  25 de agosto en San Luis Potosí fue hospitalizada en urgencias del Hospital Central una bebé de 2 años, con múltiples lesiones que le causaron su madre y su padrastro, quienes tuvieron que reconocer que ambos golpearon a la niña porque no dejaba de llorar.  El primero de septiembre de este año,  en esta misma ciudad, falleció la niña Evelyn de 7 años de edad, ahogada en el aljibe de su casa. Las investigaciones que han seguido a su muerte han evidenciado que no fue un accidente, sino que fueron su padre y su madre quienes la arrojaron al aljibe con la intención de asesinarla, lo mismo intentaron hacer a sus otras dos hijas pequeñas, pero finalmente no lo consumaron. El cuerpo de la pequeña Evelyn mostraba las huellas del abuso sexual que su padre cometió sobre ella.  Las notas de la prensa informan que la pareja estaba en medio de la disolución de su matrimonio y que por ello acordaron asesinar a sus hijas, ahogándolas en el aljibe, para evitar los problemas e inconvenientes que les causaría pelear por su custodia y porque la madre no quería que siguieran bajo el cuidado de los abuelos paternos.


Estos hechos terribles, generan preguntas de fondo, evidencian los alcances de la violencia y maltrato a la infancia, pero también hay que dejarlo claro, muestran conductas e ideologías que perciben a las niñas como desechables y objeto de desprecio por ser mujeres. Hacer visible la violencia de género hacia las niñas es todo un reto en contextos donde se naturaliza la violencia hacia las mujeres. Hay que decir que si hubo voces para reflexionar sobre esta tragedia. Diversos representantes civiles y eclesiásticos locales, lo han abordado en formas aisladas y simplistas, refiriéndose principalmente a lo que llaman la pérdida de valores humanos fundamentales en nuestra sociedad y reclamando a la madre su complicidad. Sin embargo, no hemos visto el uso de un enfoque desde la perspectiva de género para reflexionar sobre el caso. Hacerlo es importante, para poner la atención en cómo las niñas se encuentran en una situación especialmente vulnerable, en una sociedad ya de por sí violenta con los niños.


De acuerdo con un estudio sobre feminicidio en México realizado por ONU Mujeres, basado en estadísticas vitales de mortalidad del INEGI,  durante el periodo de 2005 a 2009 fue posible identificar un alto índice de asesinatos de niñas en el país: el 5.8% de las defunciones femeninas con presunción de homicidio corresponden a niñas de menos de cinco años, en contraste con un 0.83% de niños (varones) del mismo grupo de edad. Dentro del mismo periodo el estudio indica que el 17.2% de este tipo de defunciones corresponden a niñas menores de 18 años. Como un agravante a estos ya de por si alarmantes datos, el mismo estudio señala que la violencia familiar es la causa de los infanticidios en el 21.4% de los casos que implican a niñas menores de cinco años y el 19.45% en los casos de niñas menores de un año. Las lesiones letales se producen en la vivienda en el 40.2% de los casos de menores de un año y 44.9% en los casos de menores de cinco años.
El hogar aparece así como un lugar donde les pasan muchos “accidentes” a las niñas, como un escenario peligroso, como lugar de tortura, de abuso e incluso de muerte para las pequeñas. En los medios de comunicación podemos constantemente enterarnos de noticias acerca de niñas que han sufrido actos terribles de violencia y en gran parte de los casos los agresores son sus propios familiares: padres, madres, tíos, hermanos, abuelos. Las búsquedas en internet sobre “niñas asesinadas”, tan solo en google México, llegan a casi 260 mil resultados en 0.36 segundos. Existen además una gran cantidad de casos no registrados, por considerarlos accidentes domésticos.


Es aún muy inicial la práctica de levantar datos cuidadosos y cumplir protocolos médicos para intervenir acertada y rápidamente en los casos de niños y niñas que llegan a los hospitales con huellas de maltrato. Lo cierto es que la realidad se impone, personal médico y de trabajo social, han reconocido un aumento alarmante de casos y niveles de maltrato a la niñez en San Luis Potosí. La alerta de las autoridades tendrá que ir acompañada de un conjunto de acciones y también de capacitación para que quienes detectan los casos de maltrato, puedan aplicar la perspectiva de género para advertir los factores ideológicos y culturales que están amenazando la vida y la integridad de las niñas.


Cuando las niñas y adolescentes entablan relaciones de noviazgo y de pareja, su situación no es mejor. Datos recientes  de INEGI señalan que en nuestro país, el 56% de las mujeres de 15 a 19 años que viven en pareja han sufrido al menos un incidente de violencia en los últimos 12 meses. 


            El cuidado comunitario de nuestras niñas, es importantísimo para evitar sufrimientos y salvar vidas. Me refiero desde luego a la acción ciudadana, alerta y decidida, para  impedir que los actos de misoginia y maltrato de niñas se repitan o queden impunes en nuestra sociedad, pero también me refiero a las acciones que transformen la vulnerabilidad de las niñas, a las políticas que se propongan empoderarlas, impedir que deserten de la escuela o que se les deje fuera del desarrollo y de las oportunidades, por ser niñas. Asimismo una buena respuesta de protección de la infancia y de las niñas, promovería acciones preventivas, que orienten a las familias, servidores públicos, medios de comunicación y docentes, para promover  la equidad de género en el seno familiar.  No es aceptable en modo alguno que se siga naturalizando la violencia de género en cualquiera de sus formas, en las instituciones, las escuelas y en los hogares.


            El caso de Evelyn, nos muestra los vacíos y vulnerabilidades de la política pública para prevenir la violencia de género. Ya que nadie pudo ayudar a Evelyn y a sus hermanitas, cuando su madre presentó una queja por violencia intrafamiliar, dos años antes de la tragedia;  nadie apoyó a tiempo a los abuelos que ya percibían el peligro en que se encontraban las niñas. Al parecer,  los servidores públicos que tuvieron contacto con la madre y los abuelos, no vieron nunca los avisos de un padre agresor dispuesto a ejercer la violencia extrema, sexual y  feminicida en contra de sus pequeñas hijas, menos aún podrían entender la complicidad o la omisión de una madre inserta en el círculo de la violencia. Lo que nos deja dolor y desesperanza (en el sentido de desesperación y falta y de esperanza), es la oscura certeza de que actos así, podrían repetirse, ante  la falta de sensibilidad y de profesionalismo de ministeriales, trabajadores sociales, docentes, vecinos y otras autoridades, acostumbrados a la pasividad burocrática, a naturalizar la violencia de género, o a ver como normales “los accidentes” de las niñas.


Requerimos, por tanto,  funcionarios y personal que se proponga acrecentar o adquirir capacidades para ver y aplicar las mejores formas de intervenir bien y a tiempo, para garantizar que niñas como Évelyn, no pierdan su vida y que en general, se tomen muy en serio su trabajo para garantizar el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia. 


[2] Feminicidio en México. Aproximación, tendencias y cambios: 1985-2009. ONU Mujeres; Comisión Especial para el Seguimiento de los Feminicidios, Cámara de Diputados, LXI Legislatura, INMUJERES y El COLMEX a partir de INEGI, Estadísticas vitales. 1° Edición, 2011.

jueves, 10 de septiembre de 2015

Para crear ambientes laborales y educativos no sexistas: no más impunidad ante el acoso y hostigamiento sexual (Parte 2)

El acoso sexual es una conducta no deseada de naturaleza sexual,
en el lugar de trabajo,
que hace que la persona se sienta ofendida, humillada y/o intimidada.
Es un término relativamente reciente que describe un problema antiguo.

OIT,  2014




Las conductas que pueden constituir acoso y hostigamiento sexual en el ámbito laboral o educativo, pueden ser: burlas, bromas comentarios o preguntas incomodas con connotación lasciva o sobre su vida sexual; los piropos o comentarios no deseados acerca de su apariencia;  las miradas morbosas o gestos sugestivos que molesten; las llamadas telefónicas o mensajes por correo electrónico de naturaleza sexual no deseada a través de medios oficiales; el contacto físico innecesario y no deseado, como roces y caricias; las imágenes de naturaleza sexual que incomoden, tales como carteles, calendarios, pantallas de computadora, de celulares, etc.; supeditar cualquier calificación a cambio de favores o relaciones sexuales; presiones para aceptar invitaciones a encuentros o citas no deseadas fuera del centro escolar u oficina; amenazas diversas que afecten negativamente su situación escolar o laboral, generadas por no aceptar invitaciones o propuestas sexuales; conductas que ejerzan presión para tener relaciones sexuales.


Las mujeres, que son las que mayor violencia, acoso y hostigamiento sexual, reciben en sus espacios laborales y escolares, tienen toda la razón en promover cambios de fondo, para defender su derecho a un trabajo remunerado donde lo que prevalezca en el en ambiente laboral sea el profesionalismo, la colaboración, la confianza y el respeto a los derechos humanos. El trabajo debe ser un espacio generador de igualdad y libre de violencia hacia las mujeres.


Es importante señalar, que algunas instituciones, organizaciones y negocios, violentan constantemente la ley, pues hacen del sexismo su forma cotidiana de “vender un producto”, colocando a las empleadas en ambientes hostiles y miserables:


Tomemos como ejemplo el caso del ambiente laboral que se vive en la cocina de una conocida franquicia de restaurantes, que sólo contrata jóvenes menores de 30 años, generalmente colocando a las mujeres en la cocina, a los hombres en el bar y como jefes y chefs. En un testimonio de una de sus empleadas, nos comenta que en este restaurante los trabajadores varones se refieren a sus compañeras como “bonita”, “muñequita”, “mamacita”, “pequeña” y otros nombres supuestamente cariñosos que las cosifican, en lugar de llamarlas por sus nombres o con un simple “compañera”, lo cual denotaría una relación de respeto e igualdad dentro del espacio laboral. Afortunadamente no nos piden ir de falda, -todos usan pantalón, playera, cofia y botas- nos dice, porque a lo largo de la jornada, las empleadas  sufrimos  diversas clases de contacto físico no deseado de índole sexual por parte de nuestros compañeros. Ellos lo ven como si fueran las conductas “normales” de un hombre, dentro las actividades laborales, por ejemplo: tomarlas de la cintura para moverlas hacia un lado, en lugar de pedirles permiso para pasar, cargarlas por diversión para mostrar su fuerza; abrazarlas o tomarlas de los hombros sin su consentimiento; frotar su cuerpo al pasar detrás de ellas, etc.


Otra práctica común de los varones que trabajan aquí, nos dice nuestra informante, es la de “acorralar” a las compañeras que van solas a la bodega o a la cámara de refrigeración de alimentos, para hacerles insinuaciones de índole sexual, “hacerse los enamorados”, esta conducta declaradamente amenazante para las mujeres, para ellos es un flirteo cotidiano, un coqueteo o un juego, que festejan con risas, entre ellos. El gerente, también participa de la construcción de este ambiente de acoso hacia las mujeres, bien sea por colaboración directa o por omisión.


Estas prácticas de violencia, entre otras, mantienen a las trabajadoras en una situación de alerta constante, pues representan una amenaza real para su salud, integridad, dignidad y seguridad. Mientras que un hombre que trabaja en esta cocina tiene que preocuparse únicamente por realizar sus actividades laborales, las mujeres tienen que preocuparse también por su seguridad dentro del espacio de trabajo y por diseñar estrategias, para protegerse entre ellas, de las posibles agresiones de sus compañeros. Una medida puntual, por ejemplo, nos dice nuestra informante, es el evitar ir solas a la bodega o a otros espacios aislados, y estar al pendiente de que las compañeras que fueron solas, regresen pronto.


El velar constantemente por su seguridad y enfrentar diversas situaciones de acoso y hostigamiento a lo largo del día, le genera a las trabajadoras complicaciones específicas durante el desempeño de su trabajo a lo largo de la jornada, incrementa la situación de estrés que viven cotidianamente, limita sus libertades de acción y merma sus derechos laborales, colocándolas así en una situación de discriminación por razones de género y de desigualdad en sus condiciones laborales.


Muchas de estas conductas son invisibilizadas debido a que se consideran como parte “normal” de la socialización entre hombres y mujeres. Sin embargo, la diferencia fundamental que existe entre el “coqueteo” y las acciones de hostigamiento sexual es que éstas últimas son impuestas a la persona que las recibe, dentro de una relación de desigualdad y le resultan indeseadas y desagradables. No debe confundirse por lo tanto con una relación amistosa o de mutuo acuerdo.


El acoso y hostigamiento sexual acarrean serios problemas y sufrimiento para las víctimas, afectan su salud, su integridad y su dignidad, además de enfrentarlas con el riesgo de perder su trabajo lo cual afecta también su carrera laboral y su seguridad financiera, así como la de sus familias. Estas formas de violencia afectan a la sociedad en su conjunto al favorecer que las condiciones de discriminación permanezcan en el ámbito laboral, excluyendo así a las mujeres de una realización profesional plena y de un goce efectivo de sus derechos laborales y de sus derechos humanos, y con ello de una mejor calidad de vida.


De allí la importancia de lograr espacios laborales seguros para las mujeres y ambientes laborales sanos, que no pongan en riesgo a sus trabajadoras ni violen sus derechos. Para ello, es importante detectar cómo andan las instituciones al respecto, contar con instrumentos y protocolos para enfrentar y sancionar los casos que se presenten y sobre todo trabajar en la prevención de estas conductas en forma permanente, incluyendo para ello talleres y capacitación dirigidos especialmente a cambiar las conductas machistas de los empleados varones, promoviendo nuevas masculinidades.

jueves, 3 de septiembre de 2015

Para crear ambientes laborales y educativos no sexistas: no más impunidad ante el acoso y hostigamiento sexual (parte I)


El acoso sexual es una conducta no deseada de naturaleza sexual,
en el lugar de trabajo,
que hace que la persona se sienta ofendida, humillada y/o intimidada.
Es un término relativamente reciente que describe un problema antiguo.

OIT,  2014




Las mujeres siempre han sido partícipes de la vida productiva. Participaron calladamente en la Revolución Industrial, planteada como uno de los mayores logros de la humanidad para aumentar la productividad y las manufacturas a niveles nunca vistos.


Fueron las feministas del siglo XIX, las pioneras y visionarias que detectaron y denunciaron la desigualdad y el acoso sexual en los ambientes laborales. Exigieron igualdad salarial, prestaciones  a la salud reproductiva e igualdad de oportunidades para desarrollarse en las empresas. La resistencia de patrones y líderes sindicales, para generar espacios laborales libres de acoso hacia las mujeres, ha durado mucho tiempo y aunque han sido muchas las luchas y protestas de las mujeres, los avances son pocos.


            En México y desde luego en San Luis Potosí, prevalece el sexismo para organizar los ambientes laborales, desde la selección de personal para realizar ciertas tareas, hasta las promociones a puestos intermedios y altos, las mujeres son desplazadas a las tareas domésticas o de cuidado y los hombres a las tareas de toma de decisiones y de mando. Estas estructuras patriarcales van más allá, cuando los jefes o directivos, o los compañeros de trabajo,  sexualizan permanentemente el ambiente de trabajo, en formas organizativas, visuales, verbales, que ofenden a las mujeres en formas encubiertas o abiertamente hostiles. El sexismo también es asumido por jefas o compañeras como una mala forma de competencia y dominio sobre otras mujeres.


La naturalización de estas prácticas es tal, que ha creado ya figuras conocidas. No es raro que un funcionario sindical del SNTE  crea que tiene derechos sexuales sobre las maestras de nuevo ingreso o que  a un gerente de una tienda departamental,  nada le impida pedir a su colega  ejecutiva que le prepare café o acosar sexualmente a las empleadas en los espacios apartados a la vista del público.


Los jefes acosadores, son tradicionalmente abusivos con sus secretarias, a quienes les solicitan actos indebidos de tipo sexual dentro o fuera de su jornada laboral, bajo la amenaza de despido, si se niegan.
La figura del maestro acosador de jóvenes alumnas, tiene muchas historias de sufrimiento y ningún protocolo activo aún, para erradicar esas prácticas en las instituciones educativas.


Por ello, es importante cambiar un conjunto de creencias que naturalizan la violencia, el hostigamiento y el acoso hacia las mujeres en los espacios de trabajo. Para actuar, lo primero es entrar a los conceptos e instrumentos que ya figuran este tipo de prácticas, entre ellas: la OIT Organización Internacional del Trabajo, La ley para la Igualdad entre mujeres y hombres, la Ley para el Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, la Ley Federal del Trabajo, así como la legislación estatal respectiva. Esta revisión, debe hacerse con perspectiva de género, por las unidades de género de las dependencias, para aprender a ver las formas en que se avanza en la tipificación de prácticas de acoso laboral y sexual y las estrategias para avanzar en su prevención y erradicación de estos actos.


Los conceptos e instrumentos que hay en México presentan aún mucha controversia  conceptual, que requiere capacidad de síntesis y estrategias de difusión, adaptadas a diferentes públicos. Sin embargo tenemos grandes coincidencias, por ejemplo:


Se identifica que las conductas de hostigamiento sexual en el ámbito laboral y escolar, pueden ser muy diversas pero tienen como base común la discriminación sexual de connotación lasciva que se ejerce por alguien que tiene algún poder sobre el otro.


La Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (en el artículo 13) hace una distinción entre hostigamiento sexual y acoso, según el poder y puesto del agresor:


ARTÍCULO 13.- El hostigamiento sexual es el ejercicio del poder, en una relación de subordinación real de la víctima frente al agresor en los ámbitos laboral y/o escolar. Se expresa en conductas verbales, físicas o ambas, relacionadas con la sexualidad de connotación lasciva.


El acoso sexual es una forma de violencia en la que, si bien no existe la subordinación, hay un ejercicio abusivo de poder que conlleva a un estado de indefensión y de riesgo para la víctima, independientemente de que se realice en uno o varios eventos.


El hostigamiento y el acoso sexual se presentan principalmente como un chantaje hacia la víctima o como un ambiente laboral hostil. En el primer caso, se ejerce presión sobre la víctima para que acepte los comportamientos sexuales inapropiados a cambio de beneficios en su entorno laboral. En el segundo caso se permiten en el lugar de trabajo ciertos comportamientos que generan situaciones de intimidación y humillación hacia las víctimas.


Los estudios han mostrado que las principales víctimas del acoso y el hostigamiento sexual son las mujeres, esto debido a la discriminación de género y al grave problema de la violencia contra las mujeres que se presenta en todos los ámbitos sociales y bajo diferentes modalidades, siendo el acoso y el hostigamiento sexual parte de esa violencia. Por ejemplo, en el caso de San Luis Potosí, un estudio realizado por el Instituto de las Mujeres de San Luis Potosí en el año 2010 identificó que las principales víctimas del acoso sexual en esta entidad son mujeres entre los 28 y 50 años de edad, mientras que los agresores son en su gran mayoría hombres de entre 35 y 50 años de edad en posiciones de dirección o de jefatura con respecto a las víctimas.


Lo que ha permanecido por centurias es la impunidad frente a estos actos, por ello, estaremos aportando en esta columna, ejemplos y estudios de casos que permitan a los lectores saber más al respecto.

jueves, 13 de agosto de 2015

La discriminación que lastima a la sociedad: la homofobia

 “Lo que plantea problemas no es el deseo sexual, es el miedo a la homosexualidad; hay que explicar por qué esta simple palabra desata temores y odios. Hay que preguntarse, por tanto, por el modo en que el mundo heterosexual piensa y fantasmea sobre la homosexualidad”
Guy Hocquengheim (1972)


“Homofobia: Aversión obsesiva hacia
las personas homosexuales.”

Real Academia Española

La historia universal aporta registros muy antiguos de la homosexualidad, como testimonio de que las relaciones entre personas del mismo sexo existen desde tiempos remotos. En la Italia prehistórica, en el Imperio Romano, en la civilización China, en todos los tiempos y en todas las culturas, aparecen las evidencias de relaciones entre personas del mismo sexo. Llegamos al siglo XXI sin dudas de que la diversidad sexual es parte de la naturaleza humana.


No obstante, la hegemonía de una ideología patriarcal y heterosexual ha predominado en las leyes familiares por siglos y por ello,  las respuestas sociales ante la homosexualidad, han sido diversas, desde las de aceptación, la neutralidad, hasta la discriminación y estigmatización expresada a partir  de la aplicación de prohibiciones específicas, castigos físicos diversos, hasta el exterminio.


Fue apenas en el tardío siglo XIX, que con el avance de los estudios sobre la sexualidad humana, apareció el término de homosexualidad. Foucault, en su historia de la sexualidad, señala que en Europa, para esta época, ya podía hablarse del homosexual como personaje, como un actor social que se autoidentificaba; es decir personas que se veían obligadas a enfatizar y reivindicar su identidad homosexual para enfrentar el sufrimiento de la discriminación y gradualmente construir identidades colectivas, para reclamar sus derechos ciudadanos y un lugar social no estigmatizado.


            La historia de la homosexualidad en México es aún desconocida, nos falta mucho por aprender e investigar. Existen algunas aproximaciones a historias fragmentadas, a historias personales desde la biografía, como lo es el caso de Amelio Robles, estudio realizado con maestría por Gabriela Cano.   Se trata del caso de una mujer transgénero que logra afianzar su identidad militar dentro del ejército zapatista, en donde la trataron siempre como varón e incluso tuvo a lo largo de su vida a dos esposas. La importancia de este estudio es tal, que ha impactado la historiografía de la Revolución Mexicana, que nunca antes reconoció la diversidad sexual en las filas revolucionarias.
            Así podemos imaginarnos cuantas historias nos han contado en forma limitada o sesgada para “normalizar” los acontecimientos y para garantizar el orden social dentro de una ideología heteronormativa hegemónica.


La historia tiene también grandes evidencias de la homofobia  y sus diversas formas de discriminación hacia las personas con orientaciones sexuales diferentes. La definición misma de la homofobia va más allá de la definición que ofrece la Real Academia, hay nuevas interpretaciones que permiten comprender que la homofobia es el rechazo no solo a la pareja homosexual, sino que se trata de una ideología que denigra las cualidades consideradas femeninas que tienen los hombre así como las cualidades consideradas masculinas entre las mujeres. Esto quiere decir, que incluso personas heterosexuales son susceptibles de recibir trato homófobo por no cumplir con los patrones de virilidad masculina o los estereotipos femeninos, que el orden social reclama.
Así la homofobia puede anidar en instituciones de estado, en sus leyes y en la familia, en la Iglesia, en la escuela, en el parlamento, en la milicia, en el mundo deportivo, en los medios de comunicación, en la publicidad, en el trabajo y el ejército, entre tantos otros.


De esta manera, un sacerdote, maestro, abogado, juez, médico, psicólogo, policía, ama de casa, deportista o comunicador,  que piensa que el amor entre personas del mismo sexo es anormal, peligroso, perverso, pecaminoso, ilegal, enfermo y un sinsentido, quizá esté en el camino a convertirse en un ser homófobo.


Actualmente en México hay avances significativos en la ley, para garantizar los derechos humanos de las personas homosexuales, son resultados de largas luchas de grupos organizados de la sociedad civil y los colectivos de activistas. El delito de crimen de odio, la sanción a la discriminación por homofobia y la posibilidad de realizar matrimonios civiles entre personas del mismo sexo e incluso la posibilidad de adoptar legalmente, son conquistas recientes y muy significativas para avanzar hacia una sociedad más justa y más incluyente.


No obstante tenemos un reto importante aún respecto a expresiones diversas de violencia homofóbica y se puede afirmar que la población tiene una opinión dividida sobre estos temas. En una encuesta realizada en 2014 por el PEW Research Center, en México hay un 49 % de personas a favor de los matrimonios entre personas del mismo sexo y un 43% en contra, así como un 8% que dijo no saber que opinar al respecto.


Por ello, el papel de los medios y del sistema educativo para combatir la homofobia ocupa un papel importante. Lo primero es garantizar que los cambios a la ley se lleven a la práctica, en todos los niveles estatales y locales.  También nos hacen falta mantener informada a la población de los resultados de nuevas investigaciones, para contar con conceptos y experiencias que permitan entender este fenómeno de manera más integral, como se puede apreciar en la siguiente definición que nos ofrece la  American Psychological Association, American Psychiatric Association y National Association of Social Workers  planteada al Tribunal Supremo de California:

La homosexualidad no es ni un trastorno ni una enfermedad, sino una variante normal de la orientación sexual humana. La inmensa mayoría de gays y lesbianas viven vidas felices, sanas, bien adaptadas y productivas. Muchos gays y lesbianas mantienen relaciones permanentes con personas del mismo sexo. En términos psicológicos esenciales, estas relaciones son el equivalente de las relaciones heterosexuales. La institución del matrimonio permite a los individuos un rango de beneficios que tienen un impacto favorable en su bienestar físico y mental. Un gran número de niños están siendo criados actualmente por lesbianas y gays, tanto en parejas del mismo sexo como madres y padres solteros. La investigación empírica ha mostrado de manera consistente que los progenitores homosexuales no se diferencian de los heterosexuales en cuanto a habilidades parentales, y que sus hijos no muestran ningún déficit comparados con hijos criados por progenitores heterosexuales.


Actualmente San Luis Potosí entra al escenario de las entidades y los países que han dado un paso adelante para garantizar los derechos de las parejas homosexuales, las voces de quienes tienen temores y dudas, desde luego son comprensibles por la falta de información y educación sexual, no obstante, no pueden dejar de ser voces sin argumentación sustentada, que discriminan y que lastiman, no solo a la comunidad lésbico-gay, sino a toda una sociedad que reclama inclusión y mejores formas de convivencia humana.





[1] Louis – George Tin (Dir.)Diccionario Akal de la homofobia, Louis – George Tin, Ediciones Akal, Madrid, España, 2012 p. 10-12.
[2] Ibid.
[3] Louis – George Tin